sábado, 29 de octubre de 2011


-¿Y ellos? ¿Qué hacen ellos?  Planean un futuro ideal, un lugar concreto, un diálogo de cine o de cuento. Elaboran una lista que cumplir, una roca que escalar hasta alcanzar sus expectativas. Calculan las fórmulas para cumplirlo, manejan el barco siguiendo el mapa. Temen encontrarse a monstruos en sus sueños y se esconden debajo de las sábanas. Y cuando tienen pesadillas… huyen, huyen como cobardes.

-Yo… Yo soy consciente de que los monstruos existen, y que por cerrar los ojos no van a desaparecer, pero, ¿sabes? Me desharé de ellos.
Paseo por el bosque sin saber si me encontraré al lobo al final del camino o si aparecerá un príncipe a salvarme. Que decidí ahogar el mapa, y que rompí el inventario. Hace tiempo dejé que las hormigas recorrieran mi sistema nervioso y no recuerdo cuando fue la última vez que me abracé a la almohada por miedo a equivocarme.
Dime tú, que no te guardas la guía en el bolsillo y que no tienes un esquema preparado. 
Que caminamos improvisando.

lunes, 17 de octubre de 2011

Ella nunca fue una chica de decisiones, prefería que el viento la envolviese y dejarse arrastrar. Decía que de esa forma se sentía más viva, si tan sólo seguía a sus sentidos y a sus emociones, sin preocuparse por las consecuencias de sus actos. Se entretenía en enredar su pelo al primer aliento que inhalara de otra boca, de compartir medias sonrisas con los desconocidos de forma que le robaban el corazón por una milésima de segundo. Su estación era el otoño, al menos eso decía cuando se presentaba, también indicaba que estaba compuesta de aire, por eso, para ella era más fácil elevarse que para cualquier otro ser humano.
Un Octubre permitió desnudarse como los árboles, tan sólo por descubrir cómo sería que caminaran por el mapa de su cuerpo. Se sintió como un cervatillo asustado al encontrarse en terreno desconocido y al no poder  huir sola sin que la persiguiera un huracán de hojas secas. Sin que se encontrara desvalida e indefensa.
Fue cuando llegó Diciembre, decidió congelarse y permanecer en aquel invierno. Tenía el frío en los huesos y las manos hundidas en la nieve. Y así pasaron las demás estaciones, cuando la nieve se derritió buscó refugio en la tierra, y cuando ésta se secó dejó que el sol la abrasara.  
El Octubre próximo Céfiro volvió a rescatarla, entregándole ráfagas de viento.

Ahora, ella es… ‘de esas a las que se le escapan los suspiros entre las letras de cada palabra que dices’.